Esperanza de Vida
El joven médico contempló a la anciana paciente antes de entrar a la sala de Terapia Intensiva. A través del cristal de la puerta, no pudo dejar de admirarse de la gran cantidad de sondas, cables, vías y otros artilugios que entraban o salían de aquel cuerpo torturado.
Se cambió de ropa y entró, saludando al personal y dirigiéndose a un lado del lecho de la anciana.
- Hola, mi vieja - dijo, obviando desde hacía ya varios días preguntarle cómo se sentía.
Por toda respuesta, la anciana le guiñó un ojo con picardía.
Una enfermera se le unió al joven galeno y, en pocos minutos, pusieron todo en orden.
- Sigue muy mal -apuntó la enfermera-. Su único progreso ha sido destetarla del respirador, pero sus riñones están inservibles, sus...
La mente del joven se fue, lejos en el tiempo y la distancia, y empezó a imaginar una escena que la anciana le refiriera semanas antes, cuando su salud no había menguado como una rosa arrancada del rosal.
Tenía ella 18 años, y su padre la había llevado a ver el mar por vez primera. El automóvil la dejó en la orilla de la playa; ella se levantó la falda ondeante hasta los tobillos y jugueteó con la espuma que las olas traían hasta la orilla. Al poco rato, ya más envalentonada, miró a su padre a los ojos; éste le sonrió con la mirada y ella, de una corta carrerilla, se hundió hasta los tobillos en las aguas cristalinas e inquietas.
De inmediato dio media vuelta y repitió en sentido contrario su atrevida trayectoria.
Atento a todo cuanto acontecía, su papá la alzó por las axilas en el momento que una ola, más grande de lo habitual, pasaba bajo los pies de la muchacha.
El crepitar del Sol, el cántico del mar, la danza alocada de la brisa, hizo que ella por vez primera y última le dijera a su padre:
- Lo quiero mucho, Papá...
El padre no respondió. Miró a lo lejos, y preguntó:
- ¿Por qué a veces veo la vida especialmente hermosa?
Y ese fue todo el relato. Ella nunca contó qué pasó luego de esa pregunta.
El joven doctor fue sacado de su ensoñación por la voz de una segunda enfermera. El Jefe quería hablar con él.
-Aló.
-Doctor, ¿quién dio la orden de extubar a la paciente?
Ni siquiera lo saludaba. El Jefe era inflexible, académico, distante, un dios de la antigüedad clásica en la era del silicio, la fibra óptica y la comida chatarra.
- Yo. Tenía criterios claros...
Lo atajó:
- El único criterio claro aquí son mis órdenes. Esa paciente, consciente, es una amenaza contra su propia salud. Duérmala. Intúbela de nuevo. Es una orden. Y no necesito la opinión suya, de la vieja esa ni de nadie para hacer lo correcto.
El Jefe se refería a dos episodios ocurridos antes, en los cuales la paciente, en un aparente estado de sobreexcitación o crisis de pánico, se había arrancado vías y sondas, y habían tenido que sedarla y luego intubarla, para evitar males mayores.
- Lo haré ahora mismo, doctor.- Colgó.
Miró a su alrededor, primero a las dos enfermeras, luego a la anciana.
"Lo siento", pensó mirando a la anciana, la cual parecía un extraño animal de múltiples extremidades y órganos externos.
Dio las órdenes necesarias para una nueva intubación, mientras sentía que la hermosa mañana le caía como una pesada lápida sobre el pecho.
Se acercó de nuevo a la cama de la anciana sonriente.
- Mi doctor, ¿usted no cree que yo estaba loca porque quería quitarme este poco de cosas? - preguntó, señalando su periferia atestada.
- No. Sé que no estás loca.
- Disculpe si me he portado mal o lo he puesto en situacones incómodas. Es que, a veces, me canso...
El joven la mró detenidamente. Había un ruego sobre sus ojeras profundas, bajo sus ancianos ojos humedecidos.
- Vieja: tengo la respuesta.
Ella le sonrió.
- Dígala, mi doctor. Ya es hora de saberla.
- La esperanza. Es la esperanza. La esperanza de saber que es eterna...
De nuevo, esta vez más ampliamente, la anciana sonrió.
- Mi Papá lo sabía.
- Sí. Lo sabía - susurró el joven médico.
Y mientras la vida de la anciana iba languideciendo, él recitaba una oración, agradecido.
No permitió que nadie tocara el cuerpo o algún aparato. Como un cancerbero, pero de las puertas de un sitio ignoto, permaneció de pie mientras el alma de una chica se despedía del lastre que la ataba...
(Publicado por protheus 7/02/2006)
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