...Entre los animales que más incurren en el suicidio colectivo se encuentran las ballenas. No se sabe si lo hacen movidas por un oscuro mecanismo que se desconoce, o por temor a un enemigo desconocido, pero han sido numerosas las ocasiones en que estos cetáceos han puesto voluntariamente fin a su vida. El 14 de agosto de 1969, cientos de personas contemplaron desde el acantilado de Cayo Grassy, en Florida, el suicidio de unas sesenta ballenas que llegaron a estrellarse contra las rocas. Unos barcos guardacostas intentaron ahuyentarlas hacia alta mar, pero las ballenas regresaban al instante, movidas por un deseo más fuerte que el de vivir.
...Cuatro meses más tarde sucedía lo mismo con cien ballenas, en la playa de la isla de Guyo, en Filipinas. En el mismo lugar se había producido cuarenta años antes el mismo inexplicable fenómeno. En las inmediaciones de Porto Alegre, Brasil, unos pescadores hallaron el 30 de noviembre de 1972, unos doscientos kilómetros mar adentro a treinta ballenas muertas, ninguna de las cuales tenía huellas de lesiones. Jamás logró averiguarse por qué razón se suicidaron estas ballenas y también otras.
...En el verano de 1966, los asnos de Sharbish, población situada en la región occidental del delta del río Nilo, fueron a golpear la cabeza con fuerza contra un pesado muro. Murieron varios, con la cabeza destrozada.
Suicidios (Parte II) [Antonio] - Antonio - antonio@caminosdepakistan.com @ 16:30:06
En el suicidio consiste la esencia misma de lo humano.
Cuando ocurre entre los animales se habla de enigma, de anomalía de la naturaleza, de problema irresuelto.
Pero para los humanos queremos el suicidio, sólo para nosotros mismos.
Enseñamos a los animales nuestras más inmundas conductas, entre ellas la del parloteo y el asesinato.
Hasta nos regocijamos y solazamos ante animalillos capaces de obedecer órdenes, de regurjitar pseudo-palabras, de combinar alimentos.
A nadie he visto yo que enseñe a sus animales el suicidio.
Salvo en ciertas ocasiones a los gorriones de las terrazas, a las hormigas de las aceras y a los animales en pisos domésticos.
La esencia humana es algo que sólo se enseña en el mismo momento en el que se pierde.
Cuando ocurre entre los animales se habla de enigma, de anomalía de la naturaleza, de problema irresuelto.
Pero para los humanos queremos el suicidio, sólo para nosotros mismos.
Enseñamos a los animales nuestras más inmundas conductas, entre ellas la del parloteo y el asesinato.
Hasta nos regocijamos y solazamos ante animalillos capaces de obedecer órdenes, de regurjitar pseudo-palabras, de combinar alimentos.
A nadie he visto yo que enseñe a sus animales el suicidio.
Salvo en ciertas ocasiones a los gorriones de las terrazas, a las hormigas de las aceras y a los animales en pisos domésticos.
La esencia humana es algo que sólo se enseña en el mismo momento en el que se pierde.
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